domingo, 30 de septiembre de 2012

Hay una cosa que te quiero decir (II)

Llegó hasta él. Toc, toc, toc. El traqueteo de sus tacones fue quien la anunció. Lo encontró reposando sobre un verde sillón aterciopelado, con una vaso de whisky en la mano.

- Teníamos un plan -le dijo.

El hombre hizo un par de giros de muñeca, removiendo el contenido de su vaso. Se acercó la bebida a los labios, sin apartar los ojos del vaso, y dio un sorbo. Mantuvo unos segundos el alcohol, saboreándolo. Tragó. Respiró tranquilamente.

- Lo sé -replicó con voz queda, pausada.

Por fin se digno a levantar la mirada hacia su interlocutora. La miró primero a los ojos, desafiante, como a él le gustaba hacer, como sólo él sabía hacer. La tensa línea que era su boca se curvó por un lateral ligeramente hacia arriba cuando su mirada, con esos ojos insquisitores, recorrieron de arriba a abajo a la mujer, y luego vuelta a subir. Trazó la expresión de sus curvas, sus pechos, su cintura, sus caderas; paseó por la longitud de sus piernas, suaves, fuertes, seguras, montadas sobre esos tacones que parecían gritar voy a comerme el mundo. Durante todo el proceso, se mantuvo fijo en una misma posición; y lo mismo ella, impasible, de pie ante él.

Nadie habló.

Se sentía decepcionada. Las cosas no habían marchado según lo previsto. Tenían un plan. Un plan cuidadosamente trazado. Una estrategia. Un negocio entre manos que no podía salir mal. Y, aun así, las cosas no eran de su agrado, no como esperaba, no como quería, no como debería haber sido.

- ¿Qué es lo que ha fallado? -dijo ella por fin. Tras una brevísima pausa, añadió:- ¿Por qué?

- ¿Qué es lo que te preocupa? -inquirió él al mismo tiempo que su interlocutora hablaba de nuevo.

La mujer apretó la mandíbula, intentando aplacar su desagrado. Lo llamaba desagrado, pero en el fondo -y temía que él también lo supiera- tomaba otro nombre: ira, enfado, desesperación, llanto, lujuria.

- Teníamos un plan -repitió al fin.

El hombre dio otro trago a su whisky, tal vez meditando su respuesta.

- Las cosas no siempre salen según se planean -replicó-, y ésta no supone la excepción.

- Pero...

- No -la cortó-; no. No soy yo el único que tiene que rendir cuentas.

- Pero sí con tuyas las cuentas que requiero. Las cuentas que importan. Que me importan.

El hombre rió gravemente, en un amago de reír. Una risa irónica, pero con un toque más profundo: un lo sé y sé que lo sabes y un también me gustaría, pero no puedo.

- Ya veo -sentenció ella-. Tendré que volver otra vez.

Otra pausa. Otro trago de whisky.

- Confío en que lo harás. No puedo prometerte nada; nada más. Pero confío en que lo harás.

- No confíes demasiado. No quieras acabar en otro plan, otro plan trazado.

- Descuida -afirmó, acompañando con una gentil inclinación de cabeza.

Cogió su abrigo largo, negro, tipo gabardina, de la ostentosa silla al otro lado de la chimena. Desde el sillón, el hombre no le quitó ojo de encima. Se lo pusó despacio, cuidando los detalles, conocedora de la situación.

Su pequeño juego.

Cuando se hubo abrochado el último de los botones necesarios, volvió a activar el traqueteo de sus tacones. Y se fue.

Otro trago de whisky. Otro orgullo tragado. Miró su vaso casi vacío una vez más. Y la rabia lo inundó. Lo arrojo contra el suelo de madera, con fuerza, de manera violenta. Crash, plim. El sonido del cristal al romperse relajó su rabia, cual fiera amansada por una delicada pieza de música. Respiró de manera más profunda. De pronto no quería estar allí, tampoco. Se levantó de golpe y se fue.

Otro orgullo tragado.

martes, 25 de septiembre de 2012

Un segundo más de vida

"Una caída estupenda. Una caída estúpida."


La lluvia caía rauda entre los cristales. Era una carrera inverosímil, un concurso por la estupidez. Rayaba lo inaudito, suponía el eslabón más bajo de la más absoluta y completa estupidez humana. Y en verdad, así era.

Las dos más grandes iban en cabeza. Una a distancia de la otra, ambas peleándose por el primer puesto. El primer puesto en una caída a contrarreloj, una caída libre acolchada por la fuerza de la gravedad, una caída libre que iba a parar al suelo.

Plof.

La más gorda cayó primera y se estrelló contra el baldosado. A cámara lenta, había visto pasar su vida en imágenes en los últimos minutos de existencia, justo antes de estallar en mil pedazos. Mil pedazos de hidrógeno y oxígeno repartidos a partes distintas, expandidos en cantidades no homogéneas.

Plof.

Su compañera de escapada calló al verla, pero no tenía freno de mano. De pronto se vio sumergida de manera imparable en un tobogán sin tobogán que le trajo como destino el mismo final que a su predecesora.

Plof, plof, plof.

Una tras otras, las del pelotón fueron cayendo sin remedio ni solución. Caían todas a una, como los de Fuenteovejuna. Pero sin más fuente que la de su propia agua, y sin más oveja que la metáfora de su rebaño.

Plof, plof, plof.

La más completa estupidez humana.

Plof, plof, plof.

Uno tras otro, cayendo sin evitarlo y callando sin hacer nada al respecto. Como un rebaño mal dirigido, siguiendo al cruel pastor que nos invoca en la cima más alta del más ostentoso precipicio. Arrastrados de manera violenta a una situación no necesitada, pero no evitada.

Plof, plof, plof.

Y abajo, frente al montón, los jueces. Un 10, un 8, un 7. Una caída estupenda.

Una caída estúpida.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Confusión: guerra de contradicciones

"Y formar en tu mente una palabra -amor- y en tu corazón un estado -enamorado."


Caer. Superar. Mantener, conseguir, tratar de olvidar. Probar uno. Buscar otro. Agarrarte a él, considerar algo. Centrarte. Centralizar.

Reencuentro.

Agitación. Atracción, pensamiento, complicidad, miradas, risas, más miradas, más risas. Confusión. Y volver a caer. Y caer más bajo. Y volver todo, recuerdos.

Confusión. Confusión total. Confusión máxima.

Palabras. Contradicciones. Palabras, sueños, pensamientos, esperanzas. Saber que no y desear un sí. Y saber que sí, pero saber que no. Saber que no y saber que sí. Y aun así, seguir queriendo. Siempre.

Y no olvidar. Y volver, volver todo; sentimiento hundido remontado al vuelo. Y formar en tu mente una palabra -amor- y en tu corazón un estado -enamorado.

¿Y qué hacer?

Querer. Quererle y respetarle. Y mirar, sonreír, suspirar. Y aguantarse, para que él sea feliz.

¿Y apartarse?

No. No jugaré sucio, pero tampoco voy a jugar limpio. No he sido yo la primera en la línea de salida, pero no puedes pretender que me quede mirando cómo te alejas, cuando tú has dado el pistoletazo. No. Yo también puedo seguirte el juego. Lo siento. Y a la vez, no lo siento. Así que, lo siento.

Guerra de contradicciones, pues. Confusión. Confusión total. Confusión máxima.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Cuenta atrás

"Cuentra atrás la de un final, cuenta atrás la de un comienzo."

Cuenta atrás.

En doce horas, la suerte estará echada, y sólo quedará esperar.

Cuenta atrás también la de suspiros, cuenta atrás la de recuerdos, cuenta atrás la de los sueños rotos, y cuenta atrás la de los sueños hechos -literalmente.

Cuentra atrás la de un final, cuenta atrás la de un comienzo.

Cuenta atrás. Tic tac, tic tac. Qué rápido pasa el tiempo cuando el tiempo no es espera.

Y qué espera el tiempo, si el tiempo no espera, si su condena es suceder por suceder, no esperar por no esperar, vivir por vivir, y nunca morir más que al final de un verso.

Un verso que muere en tus labios.

Un verso que murió en los míos.

martes, 4 de septiembre de 2012

Septiembre



Septiembre llega. Y acaba el verano.

El campo del olvido ya ha sido sesgado. Disponible para arar la tierra, Septiembre llega, llamando a la puerta, sin avisar. ¿Sin avisar? Esperándole estábamos, con disgusto.

La razón es irrelevante. Y en verdad, su vuelta es llamada. Llamada a las armas, y no de la destrucción masiva. Llamada al amor, y no al pasional. Llamada la vuelta a la rutina. Llamada a un volver a empezar.

Llamados a no saber qué esperar. Concertados para no saber qué sentir. Supuestos para no saber qué pensar.

En el peor de los casos, invitados a sentirnos como en casa. En una fiesta de un súbete al carro y no te bajes, y agárrate, que la vida pasa.

Y los sueños, y las ilusiones. Y nuevos caminos, esperanzas renovadas, sentimientos pasajeros. ¿Y qué importa lo del vecino cuando uno ya tiene lo suyo propio?

Importa. Pues claro que sí.

Y a quién se lo voy a contar. ¿A ti?

Algo hay, poco tengo. No es lo que doy, ni lo que recibo. Es lo que soy, y es lo que ofrezco. Que de donde no hay, no se puede sacar.

Y a quién se lo voy a contar. ¿A ti?

Poco importa que lo entiendas. Jamás lo harás. Que de donde no hay, no se puede sacar.

~~~ Quiero saber cómo eres, saber qué te pasa y, por fin, que me conozcas y que te enamores de mí. Todas las noches me acuesto y te busco en mi cama, y tú nunca estás, pero sé que mañana ya nunca podrás olvidarte de mí. Voy a ser tu pesadilla de noche y de día, y tú me dirás "Eres toda mi vida"; no digas que no, aún no has estado aquí. ♪♫♪

Y eso, ahí queda.