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"Hoy el chico de las margaritas ha vuelto a sonreír." |
El chico de las margaritas tiene algo especial. Si sonríe, yo le miro; si le miro, ríe más; y al reírse, él me mira y yo, sonrisa y vuelta a mirar.
El chico de las margaritas no para de hablar. Sus palabras son canciones y sus canciones, melodía; melodía que son frases, que hacen música, que juegan, se entrelazan, se mezclan. Que cantan, y ríen, y lloran, y sueñan, y estallan y vuelven a empezar.
Le escucho en el viento, y le siento en el agua, y una hoja verde de un árbol me dice que por allí su voz también pasa. Susurra el Sol sus rayos dorados, que portan la magia de un beso robado. El chico de las margaritas es un chico excepcional.
Pero hoy el cielo es gris. La lluvia cae, y los pájaros no cantan. ¿Dónde estará el chico de las margaritas?
Suspiro, y cierro los ojos. Tormento, y ahí está. Me tiende su mano y sujeta un paraguas, me saca del coche y me guía en la marcha. Está serio, en blanco y negro, le falta un aura de color.
No.
Me paro y le miro, pero él no ríe más, y me mira, pozo hundido bañado en soledad...
Y abro el cesto de las flores -del recuerdo, del olvido, del pasado y lo vivido- y escojo una -particular. Huele a fresa, a amapola, a dolor y a ilusión. La sujeto entre dos dedos y la revivo para él. Y la coloco en su sitio, y el chico de las margaritas vuelve a nacer.
Y sonrío, y él me mira, si me mira, río más; y al reírme, yo le miro, el sonríe y no deja de mirar.
Se abre el cielo, y ya no es gris.
Hoy el chico de las margaritas ha vuelto a sonreír.
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