A veces me siento en un banco azul y contemplo las estrellas. Están lejos y brillan, son pequeñas y parpadean.
A veces me siento en un banco azul. Otras, simplemente, es rojo. A veces no hay banco, pero siempre está. Está allí y está conmigo. Esta aquí y en todas partes.
Sentado en mi banco, saca el puñal dorado. Sin piedad y sin rencor, lo clava, lo hunde. Oye, imbécil, no hablábamos de ese tipo de penetración.
Entonces se aleja y se viene y se va y se vuelve y gira y retorna y no entiendo nada. Otras veces, simplemente, no cura. El alcohol es muy fuerte y está distante, y las penas ahogadas no son menos penas, sólo sumergidas. Ya olvidé el sabor de esas penas.
Entonces no está, pero sigue ahí. Otro pinchazo, maldito puñal dorado. Oye, imbécil, no era esto lo que habíamos hablado.
A veces me siento en un banco azul. Tal vez sorprenda y me coja de la mano. Y tal vez la suelte y me caiga del banco. Entonces no entiendo nada. Pero siempre está.
© Original: 25 Noviembre 2013
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